La sobremesa constituye el mejor marco posible no sólo para digerir las más diversas propuestas culinarias de las que hayamos dado cuenta durante el almuerzo o la cena sino también para continuar disfrutando, sobre el mantel o fuera de éste, de la mano de otros elementos tan sugerentes como el café o las infusiones, el chocolate y los licores.
Para aquellas almas epícureas que gusten de culminar el “homenaje” con una “fumada noble” será insoslayable la presencia de un cigarro, preferiblemente habano.
A los postres el sabor dulce aparece como predominante en nuestro sentido del gusto, reclamando vinos del mismo corte, con cierta riqueza en azúcar residual, sean generosos de licor, dulces naturales o espumosos semi-secos o dulces. Dentro de este capítulo, aparecen como irrenunciables tipos y procedencias varias, como los Pedro Ximenez o los moscateles de Andalucía, los fondillones de Alicante, los dulces de Sauternes o Tokay o los espumosos de las denominaciones de Cava, Champagne o Reggia Emilia.
Ya en sobremesa, tendiendo al equilibrio de sabores destacadamente ácidos y dulces, y amargos en menor medida, las opciones del trinomio armónico café–copa–puro son infinitas a tenor de los gustos y de las circunstancias personales cada cual. Por otra parte, la frugalidad o la copiosidad del ágape, así como la intensidad de los sabores predominantes, marcará la línea del maridaje en este momento, buscando armonías más ligeras en el primer caso y de mayor estructura y contundencia en el segundo.
Para quien prefiera el placer de sensaciones más suaves y refinadas, una de mis propuestas pasaría por maridar un capuccino (con café tipo Minas Gerais, Brasil) con un ron añejo venezolano, como el Santa Teresa 1796, y un cigarro habano de fortaleza suave a media, el Epicure Especial de Hoyo de Monterrey.
El resultado se muestra en una seductora serie aromática de vainillas y tabaco dulce, con un suave y dulce paso de boca.
Desde otra perspectiva, para quien responda al perfil de amante de sensaciones intensas y contundentes, una de las apuestas más
plausibles a tres bandas logra su éxito en la armonía entre un café expreso doble o doppio (variedad arábica Kenia Doble A, Kenia) con un whisky escocés de malta, como el Lagavulin (Islay) y un cigarro habano de sabor medio a fuerte, el Petit Edmundo de Montecristo.
El epílogo de sensaciones fuertes se hace patente de modo arrebatador, con notas aromáticas de flores secas y nuez caramelizada, de ahumado intenso de turba y matices marinos de yodo, con un potente despliegue de sabores tánicos, salados y dulces de inagotable persistencia. Disfrútenlos con moderación.