EL ÚNICO SENTIDO
El vino nos reporta placer primordialmente a través de los sentidos de la vista, el gusto y el olfato, aun cuando el oído completa el deleite cuando el preciado caldo “suena” en la copa. Quienes pretendemos comprender el vino y disertamos sobre él, lo hacemos con la intención de interpretar desde nuestro juicio los valores que se le han transmitido desde el viñedo y la bodega.
Los grandes vinos, al margen de su consagración mediática y de su estratosférica cotización en mercados de élite, expresan su riqueza sensorial más allá de las dimensiones visual, olfativa y gustativa. Son vinos que personalmente denomino de único sentido. Vinos que se muestran en sublime armonía e impresionante elegancia en todos sus aspectos desde el principio hasta el final. Vinos que enriquecen el alma. Su paleta de color seduce por su intensidad y limpidez, su complejidad aromática se muestra generosa, evolucionando paulatinamente desde ricas notas primarias y vegetales hasta refinados matices de fermentación y/ o crianza, con fondos maduros de fruta. En boca desarrollan su opulencia “in crescendo”, con sensaciones en cambio constante, que se reproducen en vía retronasal. Perfecto equilibrio y gran estructura, con la acidez justa preservando su frescura y juventud, y unas “puntas” sobriamente tánicas y dulces que acrecientan su plenitud. En cuanto a su persistencia, sin palabras.
Como paradigma actual de vinos tintos españoles que orbitan en esta galaxia, puedo darles cuenta, entre otros, de dos etiquetas de la magnífica añada 2005: Malleolus de SanchoMartín ( Bodegas Emilio Moro, D.O. Ribera del Duero) y Clos Erasmus ( Bodegas Clos i Terrasses, D.O.Q. Priorat). Como vinos de pago, con periodos de crianza en roble francés cercanos a los dos años, el Malleolus nos enseña que la variedad tinto fino ( o tempranillo) puede alcanzar cotas máximas de elegancia y riqueza, con un desenlace final de arrebatadora persistencia. El Clos Erasmus resulta irrepetible, exótico, versátil. Un coupage de garnacha mayúscula con cabernet sauvignon y syrah, absolutamente repleto de matices y constrastes sensoriales. ¿Sus defectos? Les doy fé que los tienen. La perfección no existe, ni siquiera en el vino, entre otras cosas porque el humano que se aventure a proclamarla no puede ser perfecto. Salud… os!!!