JOSÉ JOAQUÍN CORTÉS
EN “HABANOSOMMELIER WORLD CONTEST 2010″.
XII FESTIVAL INTERNACIONAL DEL HABANO, LA HABANA ( CUBA)
– Crónica publicada en Robb Report Magazine, Junio 2010 –
Besé La Habana a las 22:30 h. de un 20 de febrero, tras diez horas de vuelo exentas del placer que propician los buenos humos del habano, -más tarde llegaría mi venganza-, y repletas del ansia y la búsqueda de la perfección sobre la misión asumida y que me aguardaba inexorable, entre constantes y quiméricas visiones sobre mi entonces inminente actuación en el prestigioso certamen Habanosommelier. Menuda responsabilidad, representar nada menos que a España en el país que alumbró el tabaco para el mundo.
Desde aquel momento hasta que divisé el Malecón por penúltima vez se sucedieron infinitas y sensuales volutas del humo inconfundible de irrenunciables tabacos. Inauguré con un Epicure Especial de Hoyo de Monterrey nada más desfilar por el concurrido lobby de nuestro cuartel general, el Hotel Meliá Habana, dando cuenta a la mañana siguiente de un “laguito nº 2” , salpicado con gotas de Armagnac y mimado entre las sabias manos de la incombustible Yolanda, torcedora de La Casa del Habano de nuestro hotel. Así, llegarían tantos y tantos conjuros y deleites en las Casas del Habano de Partagás, del Meliá Habana o de 5ª Av. y 16, entre animadas tertulias con sus anfitriones Abel, Manuel y Pedro , respectivamente, celosos y sapientes guardianes de auténticos tesoros en forma de cigarros.
En la mañana de la preliminar del concurso amanecí honrado con salvas de artillería que escupía una improvisada tormenta sobre Miramar. Cumpliendo mi particular ritual antes de la contienda, tras anudarme la corbata con decisión, puse a punto mis armas: tijeras impolutas, varillas de cedro, un par de velas, cerillas, mis pacientes manos y un torch en la recámara. Los argumentos vendrían después. Tras un golpe de café cubano en la “planta real” recogí a mis aliados en mi tesis de maridaje para un clásico Montecristo Nº 2: una gélida botella de Johnnie Walker Gold Label 18 años, agua mineral de Gales y cacao venezolano de notable pureza, junto a ocho copas de fino cristal Riedel.
Ya en el Palacio de Convenciones de La Habana tomé asiento frente al versado tribunal, tras comedidas miradas de buena suerte a varios de mis colegas concursantes de Francia, Reino Unido, Alemania, Emiratos Árabes o Cuba y de estrechar la mano, entonces trémula pero definitivamente firme, de Philip Illi Barake, representante de Chile y finalmente Campeón del Mundo. Una vez resueltas las cuestiones teóricas planteadas sobre el complejo universo del tabaco premium por excelencia, entré en escena en cuarto lugar, entre la expectación de numerosa prensa acreditada y el hieratismo de los siete miembros del Jurado internacional.
Al anochecer, momentos antes de que las mágicas manos del maestro Chucho Valdez abrieran el Festival a golpe de piano desde el rancio e histórico Teatro Nacional de Cuba, me alegraron el día con la mejor puntuación de la preliminar, la más alta lograda en la historia de la competición, según decían. Brindamos por ello, entre afectuosos saludos con la nutrida delegación española allí presente y capitalizada por nuestro maestro del golf Miguel Ángel Jiménez, a la par que dábamos calor a una terna de lujo por obra y gracia de la mítica Romeo y Julieta: “Short Churchill”, “Churchill” y el recién nacido “Wide Churchill”.
La versión oficial de mi estancia durante el Festival, sin duda bañada por el glamour y una deslumbrante puesta en escena en privilegiados espacios de la ciudad, se jalonó entre recepciones y cenas de gala bajo el auspicio de las prestigiosas enseñas de Romeo y Julieta, que puso alma de mujer a su nuevo “Julieta”, y Cohíba, con un magnífico broche final para la presentación en “alta sociedad” de la codiciada y exclusiva línea Behíke.
Recorrí los tópicos isleños más habaneros por excelencia pero con el acento propio de quien me los mostró con su sugerente autenticidad: el daikiri en El Floridita de la mano de mi colega sommelier Zudlay Nápoles, el mojito en La Bodeguita del Medio con la sobriedad de Pedro Tejeda, un cubata inédito en pleno paisaje exótico y salvaje de La Moka o un ron extra añejo parido en Santiago al son de voces legendarias e inolvidables en El Gato Negro.
La gran final del concurso no era el fin del mundo, pero sí el del Festival. Tras pronunciar mi nombre y hacer gala de mis patrias grande y chica, España y Sevilla, ante el numeroso público presente en el auditorio, de un nutrido y selecto humidor, con vitolas no identificadas, elegí sobre el caso enunciado por el Jurado, un Partagás Lusitanias y un Romeo y Julieta Churchill, ejecutando su cata y oficiando el preceptivo protocolo de puesta en escena, servicio y sugerencias de maridaje sobre un elenco de destilados. Ron Santiago de Cuba 11 años y Brandy de Jerez Cardenal Mendoza S.G.R. fueron mi recomendación. Una actuación que finalmente me valió la feliz proclamación como subcampeón del mundo y mejor sumiller europeo del concurso.
El epílogo de mi experiencia, al margen de mi satisfacción personal y profesional, me queda claro: el habano no es sólo el mejor tabaco del mundo, aprender a apreciarlo como placer y como arte nos propicia un desarrollado sentido por el buen gusto, la exclusividad y la sensibilidad por la belleza.